miércoles, 22 de abril de 2015

Asesinato de Leoncio Prado

Por Amadeo Gómez Marmanilla


En Huamachuco, como en todos los encuentros de la Guerra del Pacífico (1879-1883) los chilenos tenían el mandato de exterminar a los prisioneros y heridos. Ningún peruano debía quedar vivo en el campo de batalla. Inmolar, matar, aniquilar, ejecutar, era la orden que los invasores cumplieron in situ. Ni soldados ni oficiales se salvaron.

Respecto al coronel Leoncio Prado Gutiérrez, el militar más completo de la Guerra del Pacífico, el teniente Abelardo Manuel Gamarra Rondó, combatiente en la batalla de Huamachuco, asegura que el héroe peruano fue ejecutado a balazos cuando los chilenos lo encontraron herido y recostado sobre un pellejo de carnero (“La Batalla de Huamachuco y sus Desastres”, Lima, 1886).

Al cumplirse cien años de la infausta guerra, una Comisión Permanente de Estudios Históricos del Ejército del Perú, investigó en Huamachuco todo lo relacionado con la muerte de Leoncio Prado Gutiérrez. Entrevistó a muchas familias preguntando acerca de lo que sus ascendientes narraron sobre lo ocurrido con el militar peruano. El doctor Julio Gallareta Gonzales dijo que sus abuelos Francisco de Paula y Carmen Arana, donaron el féretro para sepultarlo. Mientras que sus padres afirmaban que nunca hubo juicio militar, ni taza golpeada con una cucharita. Lo mismo declararon los ciudadanos Enrique Moreno y Fabio Samuel Rubio y otros.

Coronel Leoncio Prado (1853-1883)
Al héroe lo asesinaron donde lo encontraron herido, en el fundo de Serpaquino, en Coshuro. Hasta el jefe militar chileno lo confirma al informar a su gobierno sobre la muerte de Leoncio Prado, pero aseverando que se “suicidó” (Pascual Ahumada Moreno, Valparaiso, 1895). Por todos los medios los chilenos intentaron ocultar el feroz asesinato del coronel peruano, Jefe de Estado Mayor de la Primera División, coronel y prócer de la independencia de Cuba, reconocido y condecorado como héroe por el gobierno chileno por su participación en el combate del 2 de mayo de 1866.

La sevicia chilena queda demostrada cuando el coronel Miguel Emiliano Luna Peralta y el mayor Osma Cáceres, fueron empujados a caballazos hasta una zanja y acribillados a balazos en el fondo de la misma. El primero tenía derecho a honores militares antes de ser fusilado. No atendieron su reclamo de alto oficial peruano.

Por todo lo dicho, extraña que ciertos peruanos repitan la leyenda chilena de la taza de café o transcriban las “dos” versiones. ¿Imparciales? No, chilenistas. La coartada de estos es que no deben reabrirse las heridas que dejaron la invasión, los repasos, el exterminio, el latrocinio, las violaciones y saqueos de pueblos indefensos.

“¿Los pacifistas peruanos creen que los lobos chilenos son vegetarianos?”.

Qué lástima que todavía existan políticos creyentes del rearme sólo disuasivo de nuestros “hermanos” del sur.

¿Regresamos a 1872 cuando se desarmó al ejército peruano? Sería otra desgracia.

Así es.